domingo, 29 de septiembre de 2013

Un amanecer glorioso

Por Luis Veron

Al amanecer del 29 de setiembre de 1932, la tibieza del alba anunciaba un nuevo caluroso día chaqueño. Las fuerzas paraguayas se aprestaban para un día más de asedio del fortín Boquerón. Pero ese día, a poco de iniciarse el combate, se daría el momento esperado luego de veinte días de encarnizada lucha.

El coronel Arturo Bray relata: “Aún faltaba un cuarto de hora para la hora ‘H’, cuando se escuchó un breve tiroteo a la izquierda, seguido de un prolongado ‘grito patriótico’, lo cual era indicio de algún acontecimiento favorable. Después, nuevamente un profundo silencio, interrumpido, de vez en cuando, por un extraño cuchicheo en nuestra fila, que no podíamos interpretar, hasta que el cabo Brígido Mongelós, del grupo de mando, exclamó de repente: ‘Bandera blanca, bandera blanca’.

Automáticamente, todas las miradas apuntaron hacia el sector señalado, en busca del signo de la rendición. La tarea fue fácil, pues para ese instante una cortina de ropas blancas de todos los tamaños se había extendido de punta a punta sobre la trinchera enemiga; camisas y pañuelos blancos, atados en la punta de rústicas varillas, ondulaban pausadamente detrás de los parapetos. Era la rendición incondicional que ofrecían los bravos defensores de Boquerón. Nuestra emoción fue tan grande que por algunos instantes nadie osó mover un dedo, como si un poder mágico paralizara nuestras energías y nuestras voluntades. Además –¿por qué no decirlo?– un poco de desconfianza o temor a lo que podría ser una trampa primaba en nuestro ánimo; hasta que un oficial, el más decidido, se animó a gritarles: ‘¡Salgan de sus trincheras, sin armas!’.
 
En el fortín nadie dio cumplimiento a la orden. Algunos momentos después, el mismo oficial trepando el parapeto de su trinchera se dirigió hacia las trincheras enemigas, ordenando y urgiendo la salida con los brazos en alto de los combatientes bolivianos.

Uno tras uno, los escuálidos pero heroicos defensores del reducto fueron saliendo por la escalinata hacia un árbol designado como punto de reunión para los mismos.

Entre tanto, toda la tropa se había abalanzado en incontenible desborde hacia la trinchera doblegada; cualquiera podía creer que este encuentro de vencedores y vencidos, llevado a cabo bajo un clima de alta tensión nerviosa, terminaría en un ensañamiento despiadado y cruel de los primeros sobre los segundos; sin embargo, fue todo lo contrario: cada paraguayo buscaba a un boliviano para confundirse con él en un efusivo abrazo, como si se tratara de un viejo amigo a quien lo encuentra después de mucho tiempo de separación…”.

Así terminaron veinte días de duro batallar. La victoria paraguaya se debió más a la consecuencia lógica de un asedio prolongado que a una superioridad militar en el campo de batalla. Aún así, se logró a fuerza de heroísmos y sacrificios, sobre la resistencia boliviana, aún a pesar de la inferioridad numérica (prácticamente 1 a 10) y de la superioridad cuántica de nuestros armamentos”.

“Reconocer los méritos del adversario –dice Bray– importa enaltecer los propios”.
La recuperación del fortín Boquerón, tomado por los bolivianos a fines de junio de 1932 –juntamente con los de Corrales y Toledo–, en represalia por la retoma paraguaya del fortín Carlos Antonio López, a orillas de la laguna Pitiantuta (atacada y tomada por los bolivianos el 15 de junio anterior), significó el epílogo de un largo periodo de tirantez y tensa convivencia entre las dos naciones involucradas en la disputa por la posesión del Chaco boreal, y la abierta situación de agresividad bélica entre ellas, pese a los intentos internacionales por evitar un conflicto internacional de parte de países amigos, americanos y europeos.
Con esta rotunda victoria, el Paraguay empezó a pisar fuerte en el Chaco, en busca de su recuperación, lo que se logró tres años después, a costa de sangre, sudor, lágrimas, sed y penurias.

Hoy, a 81 años de aquella victoria, con estas líneas celebramos dicho acontecimiento y rendimos homenaje a los paraguayos que, venciendo penurias y fatigas, lograron ese triunfo y saludamos con fraternal muestra de admiración a los heroicos bolivianos, que con tesón defendieron ese punto de la geografía chaqueña.
abc color

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