jueves, 5 de junio de 2014

Adolescentes, un espejo de nosotros mismos




Por Cristian Godoy
Una de las formas más fáciles de percibir la rebeldía del adolescente es la apariencia. La más usual es el estilo de marcas externas como el teñido ostensible del cabello o las rastas, los pantalones de jean deshilachados y desprolijos, los aros y todo tipo de piercings, los colores estridentes o las leyendas provocativas en las remeras.
No lo entiendo
Una actitud bastante frecuente entre los adultos es la de declararse incompetentes para entender las extravagancias y rarezas de la juventud. Es así como, a partir de la declaración –manifiesta o implícita- de que el adolescente es un ser al que le cuesta entender, un ser extraño con otros parámetros y otras problemáticas, sencillamente se renuncia a la comprensión de este.
Hay padres que no escuchan, hermanos menores que no entienden, hermanos mayores que no toleran, tíos y docentes que no comprenden.
La pregunta que se plantea de inmediato es: ¿se puede estimular a alguien a quien no se comprende? ¿Cómo encontrar una razón para tener ganas de estimularlo? ¿Cómo encontrar la forma de llegar a ese ser del que nos creemos tan distantes? ¿Por dónde empezar?
Para intentar comprender a los adolescentes, lo primero que debe hacer un adulto es tratar de aceptar que tiene frustraciones, que le ronda (y a veces lo mortifica) algún proyecto que le ha quedado en el tintero (o que tal vez no ha quedado, pero el siente que sí). Por regla general, todos los adultos tenemos frustraciones.

La madurez consiste entre otras cosas, en desarrollar tolerancia a la frustración. Rara vez la vida es como la soñamos cuando éramos adolescentes, pero incluso si es mejor que aquella que soñamos, suele existir cierta melancolía por aquello que se ha deseado y no se alcanzó. Es muy probable que alcanzarlo nos hubiera hecho más felices, pero la idealización de lo que fuimos y lo que deseamos en el pasado suele teñir, con mayor o menor intensidad, cierto momento de nuestras vidas con un matiz melancólico.
El adolescente puede ser un espejo real o deformado de nosotros mismos, de lo que fuimos y ya somos. Y los sentimientos hostiles que a veces albergamos respecto a él son una consecuencia de esta comparación, de esa competencia que nos llena de rabia y nos impide el acercamiento.
Asumir nuestras frustraciones y no percibir al adolescente como alguien raro e inentendible es el primer paso para poder comprenderlo plenamente.
Fuente: Como estimular al adolescente de hoy. Beatriz Goldberg. Buenos Aires. 2007.

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