Lo compuso Teodoro S. Mongelós, en una hora, inmediatamente
después de una conversación. Epifanio Méndez Fleitas la
musicalizó. Y pronto ganó popularidad. Era 1950.
Sin piedad, de punta, el Sol caía sobre la siesta de San Solano,
compañia de San Pedro del Paraná, en el Departamento de
Itapúa.Epifanio Méndez Fleitas disfrutaba en su valle de esos
días de gloria que el ejercicio del poder político - en el
Partido Colorado- le proporcionaba aún, sin avaricia.
Sentado debajo de un mango, junto al caudillo y músico, estaban
también Teodoro S. Mongelós,
César Medina y otros integrantes de la orquesta ”San
Solano”. Con el calor, parecía que el tiempo se había
detenido en medio de ese asaje pyte perpetuo y polvoriento.
A los lejos, una señora de luto desafiaba, con pasos seguros,
esa encendida ausencia de caridad en la naturaleza.
-Amóa piko ndaha´éi Ña Selmira -preguntó, desde su
perezosa, Epifanio.
-Ha´e hína
-le respondió un lugareño.
-Ehenoimína ñandéve tou tahechami- pidió entonces el
político que navegaba en la cresta de la ola.
Al rato, secándose el sudor, se aproximaba la anciana. Su rostro
atestiguaba los golpes de los años convertidos en arrugas, pero
aun así se negaba a ceder a la tiranía de la edad.
-Ne mandu´a gueterípa che rehe- le preguntó el compositor.
-Nachemandu´avéima - le contestó ella, un tanto azorada.
-Che ko hína Epí, ne alumnokue-
-E´a, nde piko hína ra´e. Ma´emína nde. Oje´éma voi chéve
la nde tuicha remandaha amo Paraguaýpe- replicó, con la memoria
completamente recobrada.
-Tamombe´umína peême mávapa ko karai- continuó ya sin
timidez- Che hína imbo´ehare ha aikuaa porâ chupe. Heta che
quebrantava´ekue che alumno tiémpope. Amoñesûmivarâ ha
anambi tira porque iñakâhatâiterei. Ava piko oimo´âta ágâ
tuichaite omandaha.
-Avy´aiterei rohecháre, akóinte ne kuñataî guasu ha che
che tujáma ahávo. Ame´êta ndéve peteî mba´e tuichavéva
plátagui, opave´ÿva: ajapóta ndéve peteî música. Ape
Teodoro ohêndupama la historia ha oscribíta chéve la letra
-
le prometió Méndez Fleitas, emocionado por el encuentro.
Teodoro, veloz y preciso, en una hora terminó los versos. A la
mediatarde, con su guitarra, Epí ensayaba ya los primeros
acordes de la música que le pondría al poema inspirado en la
conversación todavía fresca. Esto ocurría alrededor de 1950.
Como expresaba,con una rica melodía, los sentimientos de los
alumnos con respecto a sus maestras, pronto la obra ganó
popularidad. Teodoro, pasando por alto la anécdota de San
Solano, decía que había escrito los versos en homenaje a sus
maestras, entre ellas Eloísa Galeano viuda de Delvalle, quien
vive aún en Guarambaré y fue su profesora de cuarto grado, en
Itá, en 1928.
Cuando Epifanio cayó en desgracia, con Stroessner, que veía en
él un competidor peligroso, sus obras fueron prohibidas. Sin
embargo, clandestinamente, desafiando a los pyrague y la
represión, Che mbo´eharépe continuó viviendo en el Paraguay.
No hubo manera de desterrar ese canto de amor a las maestras
desde el alto nombre de la Maestra Selmira.
Este relato salió de la memoria de José Magno Soler, quien lo
recogió de boca del maestro César Medina, testigo presencial de
lo ocurrido en San Solano.
por: Mario Rubén Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario