Hoy, como hace más de 60 años, María López celebra el Día del Maestro en un salón de clases. A pesar de su longevidad, esta profe ejemplar continúa enseñando y se convirtió en un ícono de su ciudad.
Nadie olvida a sus maestros. Nadie olvida a quien con paciencia infinita te enseñó a leer, a escribir, a multiplicar y a dividir. Nadie. ¿Qué lleva a una persona a vivir entre pizarras y guardapolvos por más de 60 años sin agotarse?
En Capiatá, la Ciudad de los Mitos, uno de los misterios que todos quieren saber, además de la existencia de los siete hijos de Tau y Kerana, es si la profesora María López de Zárate, a sus 83 años, sigue enseñando.
Para responder esta pregunta basta con despertarse a primeras horas de la mañana y hacer una vigilia frente al portón del Colegio María Auxiliadora, ubicado a una cuadra de la iglesia principal de la ciudad. Allá va ella, a paso lento como todos los días. Es la maestra octogenaria, la primera en llegar y la última en irse.
El reumatismo no impide que doña María, la profesora más longeva de la ciudad y madre de cuatro hijos, dirija su propio colegio luego de años y años de esfuerzo. Pareciera que la tiza es una extensión de sus dedos y que enseñar es su misión de vida.
Ante la atenta mirada de su Santa María Auxiliadora, en su despacho compartido, la maestra María cuenta que desde pequeña quiso ser profesora, aunque su mamá no estuviera de acuerdo.
En ese tiempo, la ausencia de profesores era un problema de todo el pueblo. La capacidad instructiva de María la motivó a migrar a Asunción para estudiar en la Escuela Normal Juan Ramón Dahlquist. Luego de cinco años, se recibió de maestra de tercera categoría e inició su peregrinar educativo al frente de un tercer grado. No se rindió. Estudió tres años más para convertirse en "profe" de primera categoría.
SIN DETENERSE. Desde entonces no paró. Enseñó castellano, matemáticas, historia, "todo lo que se podía porque no había profesoras". Enseñó gratis y también fue asalariada. Su sueldo mensual que más recuerda fue de tan solo G. 300 y se jubiló con G. 15.000. "Mi compañera me dijo ′nde tarova ningo nde′ (′estás loca, vos′) cuando se enteró de que iba a enseñar castellano. Nadie quería hacerlo", comentó entre risas.
Para María nada fue color de rosa. Baldor se convirtió en su biblia cuando tuvo que dar clases en la sala de la dirección durante todo un año frente a la "señora directora". "Ella estaba ahí, observando todo, yo era una alumna más y debía dar una clase magistral, por eso cada día me levantaba más temprano para leer Baldor y hacer mis planes. ¡Qué época!", comenta y sonríe junto a una torre de carpetas y cuadernos de tareas que cada día revisa con vista microscópica, buscando un error ortográfico para corregir a alumnos o profesores.
17 años de su vida dominó el pizarrón de la Escuela Enrique Soler, luego fue su directora. También pasó por el Colegio Nacional de Capiatá, ahí enseñó durante 23 años. Cuando se jubiló, no tuvo mejor idea que fundar su propia institución, el Colegio María Auxiliadora.
En 1972, funcionó el primer curso, tres años después la primaria. Hoy cuenta con más de 1.700 alumnos y 94 profesores. Una de sus exalumnas más queridas es Castorina Chamorro. Ella fue su profe de castellano, aritmética e historia y geografía. Siempre estuvo presente en su vida y fue una de las motivaciones que tuvo para entrar a la docencia. Castorina está cansada de que todos los exalumnos de doña María le pregunten lo mismo: "¿Todavía enseña ña María? Cuando les digo que sí, nadie puede creer. Todos se sorprenden", dice mirándola como una hija, orgullosa de su profe, de su segunda madre.
Por Lujan Roman
No hay comentarios:
Publicar un comentario