De un tiempo a esta parte observo y escucho posiciones encontradas cuando se trata de reivindicaciones de los trabajadores de la educación. Y no es que quiera salir a defender a los docentes en general. Así como es impensable el día sin que exista la noche, tampoco existen buenos docentes si no existen los malos docentes (entiéndase los que no hacen bien su labor educativa).
Pero la idea no es hacer un paralelismo entre lo antagónico en la tarea del docente sino sobre la posición que se toma, en diversos sectores de la ciudadanía, cuando existen reclamos en el ámbito docente.
Famoso cuando los docentes reclaman algunas reivindicaciones salen los detractores a calificar a los trabajadores de la educación de haraganes, de que gozan de tres meses de vacaciones y supuestos beneficios.
Hoy, nuevamente estamos ante un escenario que se ha dado tantas veces en nuestro país. Docentes que reclaman la aprobación de una ley que le beneficie en la jubilación. Y nuevamente los detractores salen a la luz para tratar de desprestigiar a los docentes.
Y muchos de estos detractores –aclaro que no son todos y tampoco sé si son mayoría- están en el ámbito del periodismo ya sea radial, escrito, televisivo, digital, etc.
Estos colegas, que escriben y piensan gracias a que alguna vez algún o alguna docente les enseñó, hoy están en contra de los beneficios que reclaman los educadores.
Sin embargo, muchos de los periodistas no conocen la realidad de la educación, sobre todo en el interior del país. Comencé en el periodismo escrito en 1994 y hoy sigo escribiendo para este medio de prensa, después de haber pasado por otros medios escritos de circulación nacional.
Enseñé trece años en el nivel medio y en dos colegios. Uno en la zona rural y otro en la zona urbana, tanto en el área de Ciencias Sociales como en el bachillerato técnico. La noble tarea la dejé al renunciar a los rubros porque no me convencía el sistema educativo que implementa el Ministerio de Educación. Del salario ni siquiera me da ánimo de hablar, en este caso para escribir.
Conozco a educadores que se merecen más de lo que hacen en sus instituciones educativas.
Conozco abnegados docentes que trabajan por la educación sin contar siquiera con rubros.
También sé de docentes que hacen magia para brindar un poco de aprendizaje a niños y jóvenes en condiciones deplorables por ausencia del Estado.
Y a lo largo de estos veinte años de periodista rural, porque trabajo en el interior, puedo contar experiencias que pasan los docentes para cumplir su apostolado. Sin embargo, aparecen colegas míos detrás de un micrófono, entre cuatro paredes, bajo aire acondicionado o en cómodas redacciones que emiten opiniones sobre los docentes como si fuera que conocen la realidad de la tarea que cumplen los educadores, sobre todo del interior del país.
Los militares cuentan con todos los beneficios sin que se sepa para qué están actualmente. Funcionarios de la Ande, que pagan menos por el uso de la energía eléctrica que cualquier ciudadano común o perciben otros beneficios que los docentes ni siquiera en sueños podrán tener. Ahí están los del Banco Central que gozan de todos los privilegios. Estos no ponen en peligro ninguna caja fiscal. Son solo ejemplos ante la penuria de los docentes paraguayos.
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